lunes, 13 de octubre de 2014

¿Santo o Blue Demon?

¿Mojigateria o Santidad?

Definiendo Mojigateria: Beato. Gazmoño. Santurrón. Hipócrita. Meapilas. Santón. Puritano.

Definendo Santidad: Apartado de...para...

Por tanto, nadie os juzgue en comida o bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva odías de reposo, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo. Nadie os prive de vuestro premio, afectando humildad y culto a los ángeles, entremetiéndose en lo que no ha visto, vanamente hinchado por su propia mente carnal, y no asiéndose de la Cabeza, en virtud de quien todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios.
Pues si habéis muerto con Cristo en cuánto a los rudimentos del mundo, ¿Por qué, cómo si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos tales como: No manejes, ni gustes, ni aún toques (en conformidad a mandamentos y doctrinas de hombres), cosas que todas se destruyen con el uso? Tale cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne.
Si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.” Colosenses 2: 16-23- 3:1-3.

La caracteristica principal de una vida mojigata, es la caracterizada de una vida insegura, no bien plantada en la roca que es Cristo. La gente se debate en la inseguridad: ¿Seré salvo? ¿Estaré haciendo lo correcto? ¿Hice una buena elección? ¿Habré escuchado bien?

¿Suena familiar?

No terminamos de definirnos. “Hasta que no tengamos rostro,” dice Lewis, pero mientras tanto, nos hundimos en la ciénaga de la incredulidad, de la inseguridad, en los rudimentos del mundo. Nos hastía el enmascaramiento. El viejo juego del “picabu.” Pero continuamos inmersos en él. Porque pensamos que es la única solución a nuestras vidas “cristianas,” sin sentido, sin dirección. Faltas de la confianza que produce una relación cercana con la fuente de Vida. Porque rechazamos la verdad de Cristo; que nos dice: Tú vida está escondida (como en una cripta) con Cristo en Dios.
Allí estamos seguros. Allí estamos a salvo de la inseguridad. Allí permanecemos firmes. Anclados. No importa el vendaval, ni los fuertes vientos, ni la tempestad. La firmeza nos hace estar seguros. El aplomo nos anima a la certeza. Entereza en toda la extensión de la palabra.
Cristo (Su amistad e intimidad) nos proporcionan la seguridad y confianza, para evitar la controversia, y no vernos envueltos en nuestros pobres intentos por restringir las pasiones pecaminosas. Pobres y relativistas intentos. Que no dejan de ser opciones humanistas, producto de comer del árbol de conocimiento del bien y del mal. Meros actos externos, que no producen cambio en lo interno, en el corazón (que es allí, de donde surgen las malas pasiones, las concupiscencias, y los malos pensamientos).
En alguna ocasión, hablando con un hermano, acerca del porque hacíamos tales o cuales cosas, que el no practicaba, ni aprobaba, y además juzgaba muy duramente, porque no era de “cristianos” el hacerlas, según su punto de vista, y siendo rebatido, confesó que la tarde anterior a nuestra conversación-discusión, había ido a las vias del tren, a un lugar apartado, donde le ofreció a un vagabundo que por allí pasaba, cincuenta pesos, por dejar hacerle sexo oral. Y cayendo el mismo en la cuenta, del error de su falta, y de su mojigateria, me dijo: “Soy bueno para juzgar el que hagas o no ciertas cosas, pero no soy bueno para juzgarme a mí mismo, haciendo lo que hice ayer por la tarde.” Y, continuó: “Es más grave lo que yo hago, pero no lo reconozco, que lo que tú haces, y que ni siquiera estoy seguro que Dios desapruebe, pero admito mi falta, mi pecado.”
A ésto me refiero con mojigateria.
Tiene también el sentido de tibieza. Con su consecuente estímulo al músculo vago del Omnipotente, terminando siendo vomitados.
La santidad es resultado de la nueva naturaleza. Pero que quede claro:  No es ago que tú puedas producir por esfuerzo propio. Haber dicho las palabras mágicas: “Ven a mí, y sálvame, o creo en Tí,” es el primer paso. El inicio. El Nuevo Nacimiento. Pero hasta ahí. Y como todo bebé, necesita ser alimentado, limpiado, cuidado, atendido, enseñado. Todo el potencial está contenido allí. Pero no asegura otra cosa. Conozco a cientos de personas que dieron ese primer paso; no sé porque razones, motivado, y que no siguen a Jesús. Que no caminan con Él. Que no son guíados por el Espíritu Santo. Sin raíz en sí. Con corazones duros. Duros a fuerza de costumbrismos, de metodismos, de sistemas religiosos carentes de vida. O ahogados por los afanes del dinero y la consecución de más cosas (abundancia o afluencia de cosas) de perseguir afanosamente la jubilación, el retiro, la seguridad de la vejez o cesantía, o simplemente siendo seguidores del destructivo “evangelio de la prosperidad.” Olvidando que la palabra del reino de Dios produce fruto eterno.
Santidad tiene que ver con una vida dirigida, acaudillada, abanderada, encabezada por el Espíritu Santo.
Comencé la publicación, haciendo unas preguntas: ¿Seré salvo?
¿Es a todo lo que aspiras? ¿Eso es el todo?
¿Y qué, de una vida destronada, de una vida de muerte diaria, de una vida de sufrimientos, de tribulaciones por alcanzar ese reino prometido? Además que no es la parte que se predique por tenerle fruición, porque no nos conviene, porque no es acorde con el evangelio de salvación, con el que estamos tan familiarizados, tan contrario al evangelio del reino. Y las dudas asaltan. ¿Seré salvo?
¡Quien es guíado por el Espíritu Santo, no se lo cuestiona! No es su preocupación. Respóndete a tí mismo: “Porque todos los que son guíados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.” Romanos 8:14. ¡Así de simple, así de sencillo, así de honesto y franco!
Salvación es resultado de buscar el reino de Dios, de haber entrado en él (no sólo de verlo, a la distancia). ¡Resultado! No fin en sí.. Y mucho menos del esfuerzo propio o las buenas obras. La justicia de Dios no viene por méritos propios. Es resultado de la relación, de la cercanía, de la comunión con Cristo. Cumplido totalmente por nuestro Señor y Dios.
El reino tiene que ver con señorío. Tiene que ver con dominio. Con autoridad. Con guianza.
Eso te dará la respuesta a la tan ansiada pregunta.
¿Mojigato o Santo?

¡O Blue Demon! El color no hace la diferencia. El fin es el mismo.

martes, 7 de octubre de 2014

Chichis a las Gallinas

¿Chichis a las gallinas?”

No tenemos más rey que César.” Evangelio de Juan 19:15.

¿Y Tú?

¿Quién es tú rey?

Probablemente, siguiendo la corriente predominante en el mundo, es Mamón (el dios de las riquezas), la abundancia de cosas, la búsqueda de la paz personal (donde lo único que importa es yo, y al último yo, no me interesa lo que le suceda al de al lado).
Indefectiblemente seas tú, tú y nadie más que tú.
Posiblemente tu trabajo. Tu esposa o hijos; tus posesiones.
Siendo honestos: ¿Lo reconocerías? ¿Admitirías delante de la multitud quién en realidad reina en tú vida? ¿Lo concederías; lo confesarías?
Y la obviedad es obvia.
Al menos éstos hombres eran honestos y transparentes. No digo que hicieran lo correcto. Es obvio, pero íntegros, traslúcidos, diáfanos, sí que lo eran.
Además valientes para admitirlo.
Erróneamente, obvio.
Esa turba no intentaba ocultarlo, enmascararlo, edulcorarlo, encubrirlo o suavizarlo. Llanamente eran honrados. Consigo mismos y con los demás.
Repito:
¿Quién es tú rey?
Verdaderamente.
¿Quién lo es? ¿Es Jesús tú rey?
Para determinarlo es muy sencillo: ¿Gobierna Él tú vida? ¿Todas las áreas o la mayoría, y estás en ese proceso? ¿O sólo las partes qué te convienen, las “no-pornográficas,” las que se pueden hablar abiertamente en cualquier conversación y con cualquier persona?

¡Porque Jesús, o es Rey de Todo, o no lo es de Nada!

Así de simple. No le busque tres pies al gato... ni chichis a las gallinas.
¿Que no le hemos entregado? ¿Cuáles aspectos o secciones, conservamos gobernando nosotros, o el dinero, o el trabajo, o la esposa o los hijos, o amigos, o aficiones, etc?
¿Cuáles actitudes, pensamientos, negligencias, omisiones, siguen enmascaradas, y siendo regidas por nosotros mismos y no por Él?
¿Y en lo secreto, allá en lo recóndito, en los “rinconcitos,” donde no alcanza la vista humana, pero la del Espíritu de Dios, llega profundamente?
Al menos esa multitud tenía congruencia. Erróneamente. Obvio, lo reitero.
Déjame aclarar algo:
Dentro del “evangelio de salvación,”en el cuál crees y estás inmerso, (no dentro del evangelio del reino), ¿Tienes explicación clara, directa, franca, cimentada para el: “¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” Lucas 6:46. Es claro que dice: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos.” Mateo 7:21. ¡Apuesto que no! No hace sentido en términos de salvación. Pero lo hace en términos del reino. Y finalmente es lo que importa. Es la absolutez del Dios Absoluto. La obviedad, obvia.
Claro está que la tal turba era honesta, congruente y transparente. ¿Lo eres tú?
¿Corazón de turba?
Turbación es lo que vendrá. ¡Más! Turbación, tremenda, lloro y crujir de dientes.

¿Seguirás buscándole...?